La gestión energética del gobierno de Cambiemos estuvo marcada por la enorme hipoteca en términos productivos y económicos que dejó para el sector la anterior administración.

La magnitud de los desequilibrios del sector energético tuvo implicancias macroeconómicas que permiten explicar la perdida de los famosos “superávits gemelos”.

El superávit externo se perdió a partir de las crecientes importaciones de energía – en particular gas natural por barco -. De esta forma la balanza comercial energética (es decir la diferencia entre importaciones y exportaciones) pasó de superavitaria en USD 5.000 millones en 2003 a un déficit de USD 6.000 millones a diciembre de 2015.

Por el lado del resultado fiscal, solo en el año 2014 los subsidios a la energía alcanzaron 4% del PBI, explicando la totalidad del déficit fiscal de ese año y $20 de cada 100 que gastó el Estado Nacional por todo concepto.

El panorama puede completarse con empresas prestadoras de servicios públicos (transportistas y distribuidoras de gas y electricidad) virtualmente quebradas, muchas de ellas en proceso de concurso de acreedores, y con patrimonio neto negativos.

La falta de inversión descapitalizó la totalidad del sistema, no sólo en las redes eléctricas cuya manifestación fue un nivel intolerable de cortes de luz, sino también en las reservas de petróleo y gas.

En resumen, la verdadera hipoteca que recibió la actual administración estuvo ligada a una política energética extravagante que explicó tanto el déficit fiscal como el déficit externo. Quizás el pecado original haya sido no explicar claramente el grado de deterioro de las cuentas públicas y la profundidad del problema.

 

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