En el actual debate de política económica se suele señalar con frecuencia que un próximo gobierno deberá acometer la doble tarea de la estabilización económica, además de introducir reformas estructurales que permitan crear las condiciones propicias para la generación de empleo y crecimiento. Por el momento, las definiciones sobre el diseño del programa de estabilización como los contenidos de las reformas, son justificadamente imprecisas. El motivo es claro. En razón de la delicada coyuntura económica actual, ambas cuestiones resultan de una extraordinaria complejidad y de allí la dificultad de ofrecer precisiones. 

En este trabajo dejaremos por entero de lado la dimensión de la estabilización para concentrarnos en las reformas, con la delimitación que se explicita a continuación. La cuestión cobra especial importancia porque no es la primera vez que Argentina transita por ese camino y, como se observa, los resultados han sido escasos. El delicado cuadro económico y social actual es una prueba de tal afirmación. Es obvio preguntarse entonces en qué medida se puede aprender de la experiencia pasada. Partiendo de esa inquietud, el interés del trabajo está centrado en esclarecer qué significa hacer reformas en la economía argentina en las condiciones que hipotéticamente prevalecerían en 2024.

El análisis recorre tres temas principales: el primero es una breve incursión acerca del uso y alcance conceptual de la expresión reforma estructural; el segundo título discute su expresión práctica haciendo un recorrido en los ingredientes reformistas de los diferentes ensayos de política económica de las últimas tres décadas y qué puede aprenderse de la trayectoria que se ha recorrido; y, finalmente, la tercera sección inicia con un balance de la experiencia previa e intenta delinear los límites más amplios de un posible mapa de reformas. El propósito es indagar en qué medida podrían evitarse, o reducirse,  los riesgos que condujeron al fracaso de los ensayos previos. 

 

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